Cancún, Quintana Roo

Fiestas masivas, pacientes con coronavirus, amantes escondidos en cajuelas: las violaciones más insólitas de la cuarentena.

Miércoles 06 Mayo 2020

Una señora de 83 años decidió sublevarse a la cuarentena obligatoria que rige en Argentina y, reposera en mano, salió a tomar el sol en el barrio de Palermo, en Buenos Aires.
 
La llegada de policías no la amilanó. Al contrario, se peleó con ellos y durante un largo rato se mantuvo acostada, ojos cerrados, rostro y piernas descubiertos, mientras los agentes la rodeaban y trataban de convencerla de que se fuera a su casa.
 
"Soy adicta al sol y a los cigarrillos", dijo la mujer para justificar su necesidad de evadir el encierro. Su rebeldía fue tan desopilante, que se viralizó, pero es apenas una más de las miles de violaciones al aislamiento que cometen ciudadanos por los más diversos y a veces insólitos motivos.
 
A imagen y semejanza de las películas de policías y ladrones, las cajuelas de los automóviles han asumido un inesperado protagonismo. En la ciudad de Tandil, por ejemplo, un empresario intentó ingresar a un exclusivo barrio privado, pero al revisar el vehículo, los guardias, descubrieron que en el maletero estaba escondida una mujer. Era una empleada del empresario, quien no tuvo mejor idea que trasladarla así para que pudiera limpiar su casa.
 
En la provincia de La Pampa, una mujer que no contaba con permiso para salir de su casa fue detenida por policías que encontraron en la cajuela a un hombre. Era el amante de la infractora. Ambos fueron sancionados por quebrantar el encierro, no sin antes rogarles a los agentes que por favor no difundieran sus nombres para evitar un escándalo en sus familias. El maleter también fue el lugar elegido por una pareja en la ciudad de Mendoza para ocultar a sus dos hijos y llevarlos a una comida familiar a la que, en realidad, nadie debería asistir debido a la cuarentena.
 
Más comprometido fue el episodio que protagonizó un cura en la ciudad de Mendoza, ya que fue descubierto cuando estaba junto a una mujer adentro de un auto estacionado oculto entre árboles y en una zona en penumbras. "Le estaba dando asistencia espiritual", dijo el sacerdote.
 
Uno de los casos que más indignación social generó fue el del empresario que, a sabiendas de que tenía síntomas de coronavirus, festejó su cumpleaños cuando ya estaba vigente la cuarentena. Invitó a 65 personas a su casa en una localidad de la provincia de Buenos Aires. Lo más sorprendente es que haya convencido a tanta gente de evadir la ley y de ponerse en riesgo. Poco después, las autoridades sanitarias confirmaron que el hombre y su yerno, que también había estado en la celebración, tenían coronavirus.
 
Los invitados ahora son monitoreados a diario para saber si alguno más se contagió. Lo único seguro es que esa fiesta, de verdad, será inolvidable para el anfitrión y sus comensales.
 
En el país de los asados y el futbol, son múltiples los casos de personas detenidas por reunirse y poner carne al carbón al aire libre o por organizar partidos clandestinos. Más inexplicable es la historia del acaudalado empresario que decidió evadir la ley para dar un paseo en su yate y que fue perseguido a lo largo del Río Paraná, en la provincia de Santa Fe, por efectivos de Prefectura Naval, hasta que lograron detenerlo.
 
Pero si de excusas originales se trata, vale recordar al corredor que fue demorado en una arbolada zona de Buenos Aires. "Estaba en casa y tenía la glucosa alta, tuve que salir a correr para que se me bajara", les dijo a los policías que lo abordaron. O a los infractores que dijeron: "No sabía que había cuarentena" o "estaba aburrido, necesitaba caminar". "Salí a comprar cigarrillos", se justificó otro que estaba a más de 10 cuadras de su casa, y los agentes no le creyeron.
 
A pesar de que algunas suenan hilarantes, las violaciones al encierro pueden desembocar en tragedias, como la del joven de 24 años que volvió de EE.UU. a Argentina y, a pesar de que debía aislarse para cumplir con los protocolos, se fue a una fiesta de 15 años y terminó contagiando de coronavirus a una veintena de invitados. Entre ellos, a su abuelo, que murió días después. El infractor ya está procesado por el delito de "propagación de enfermedad peligrosa y contagiosa culposa agravada por el resultado enfermedad y muerte". Y todo, por no querer perderse una celebración.
 
Algo similar ocurrió en México, cuando policías de Ciudad de México descubrieron a más de 100 personas reunidas en los pasillos de una unidad habitacional para festejar unos 15 años. La homenajeada, con el tradicional vestido largo, abombado y color rosa intenso, era rodeada por amigos y familiares, todos ellos sin barbijos ni ninguna medida de protección ante la pandemia, hasta que llegaron los efectivos y, a los gritos a través de megáfonos, suspendieron la fiesta y mandaron a anfitriones e invitados a sus casas. Eso sí, la quinceañera alcanzó a bailar su vals.
 
La indignación fue todavía mayor con el youtuber venezolano David Show, quien vive en la ciudad de México y que, a sabiendas de que tenía coronavirus, a pesar de que los médicos le habían advertido que no debía dejar su casa por ningún motivo para no expandir el contagio, se fue a un supermercado a buscar unas pizzas y grabó y mostró, sin rubor alguno, su trayecto en la calle y entre las góndolas. La deportación fue lo mínimo que pidieron airados ciudadanos en las redes sociales. El joven se disculpó, también a través de sus populares videos, pero ahora está bajo proceso judicial y expuesto a ser condenado a tres años de prisión por poner en riesgo la salud pública.
 
El enojo social también estalló en el estado de Yucatán, en el sureste mexicano, por vía doble, ya que un grupo de hombres aprovechó que felinos salvajes habían aparecido con más naturalidad cerca de algunas ciudades ante la ausencia de personas, como ha ocurrido en otras partes del mundo, y no tuvieron mejor idea que violar la cuarentena para salir a cazarlos. Incluso publicaron fotos de sus "trofeos".
 
En Chile, a pesar del toque de queda, 400 personas fueron sorprendidas mientras realizaban una fiesta clandestina en un barrio de Santiago. "Es un ejemplo patente de la estupidez humana", acusó sin eufemismos el ministro del Interior y Seguridad, Gonzalo Blumel. A ellos se suman las miles de personas que salen sin autorización.
 
Las violaciones de este tipo se repiten en Colombia, en donde hay ciudadanos que se resisten a cancelar desde reuniones familiares hasta festejos con amigos. En Cali, por ejemplo, en un solo fin de semana los policías descubrieron e interrumpieron más de 40 celebraciones.
 
Los encuentros violan no solo la cuarentena, sino la ley seca que impusieron las autoridades con la esperanza de que la falta de alcohol desaliente todo tipo de reuniones. No han tenido éxito.

La rebeldía ante el aislamiento se traduce en infracciones legales que oscilan entre la risa y la indignación.

Nota escrita por:

Redacción FQ

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